La medicina vibracional, nuevo concepto evolutivo de la medicina basada en el paradigma einsteniano de la energía

La práctica actual de la medicina se funda en el modelo newtoniano de la realidad; en esencia éste es una manera de ver el mundo que lo contempla como un complicado mecanismo. El médico abstrae el organismo considerándolo como una gran máquina, gobernada por el cerebro y el sistema nervioso periférico, por un ordenador biológico, en último término. Pero, ¿es en realidad el ser humano sólo una máquina, por estupenda que se nos describa? ¿O es un complejo mecanismo biológico en interacción dinámica con una serie de campos interpenetrados de energía vital..., el llamado deux ex machina?

En este libro (LA CURACIÓN ENERGÉTICA. RICHARD BERGER), presentamos una nueva manera de ver la curación, que implica la noción evolutiva de la materia como una de las expresiones de la energía; este nuevo campo de curación basado en el paradigma einsteiniano es lo que llamamos la medicina vibracional.


El paradigma einsteiniano en su aplicación a la medicina vibracional contempla a los seres humanos como redes de campos complejos de energía en interfaz con los sistemas físico/celulares.


El postulado de que toda materia es energía constituye el fundamento para comprender cómo el ser humano puede considerarse como un sistema dinámico de energías. Mediante su famosa ecuación E = me2, Albert Einstein demostró científicamente que la energía y la materia son expresión dual de una misma sustancia universal; esa sustancia es la energía primaria o vibración de la que todos estamos formados.

Si bien las teorías de Einstein han encontrado aceptación y aplicación, aunque poco a poco, en la mente de los físicos, en cambio los médicos aún no han asimilado las profundas revelaciones einsteinianas en su enfoque del ser humano y de la enfermedad.


Ambos planteamientos médicos actuales, el farmacológico y el quirúrgico, han aportado adelantos significativos en cuanto al diagnóstico y al tratamiento de las dolencias humanas, ambos son deudores del modelo newtoniano del cuerpo humano como una complicada relojería de órganos físicos, intercambios químicos, enzimas y receptores de membranas.

Pero la visión mecanicista, newtoniana, no es sino una aproximación a la realidad. Farmacología y cirugía dan un arsenal incompleto porque ignoran
las fuerzas vitales que animan e insuflan vida en la biomaquinaria de los sistemas vivientes.

El principio básico de la máquina es que el funcionamiento del conjunto puede inferirse considerando la suma de sus partes. En cambio los humanos, a diferencia de las máquinas, son algo más que la suma de una serie de compuestos químicos y sus reacciones

Todos los organismos necesitan una fuerza vital sutil que origina un sinergismo a través de una determinada organización estructural de los componentes moleculares; y debido a ese sinergismo, el ser vivo, como un todo, es más que la suma de sus partes. Esa fuerza vital introduce la organización en los sistemas vivientes, y restaura y renueva constantemente su propio vehículo celular de expresión.

Cuando la fuerza vital abandona el organismo y éste muere, el mecanismo físico se degrada poco a poco hasta que no queda sino una serie desorganizada de compuestos químicos. Ése es uno de los extraordinarios principios que distinguen a los sistemas vivientes de los no vivientes y a los seres humanos de las máquinas.

Ellos no estudian ni discuten esas fuerzas sutiles, porque no se dispone en la actualidad de ningún modelo científicamente admisible que explique su existencia y su modo de actuar.


Recordemos que las leyes de Newton se referían, en su origen, a la fuerza de la gravedad y a su acción sobre las masas que se mueven dentro del campo gravitatorio terrestre, y que algunos años más tarde no sirvieron para explicar la electricidad ni el magnetismo. Lo que planteaba la necesidad de postular nuevos modelos del universo que diesen cabida a aquellos nuevos y curiosos fenómenos energéticos.


Por desgracia la mayor parte de la investigación biológica y médica se mueve todavía dentro de las coordenadas de un modelo newtoniano de los seres vivientes, que considera el cuerpo humano como una máquina celular. Estos investigadores aún no admiten el papel primordial que corresponde a las energías vitales que animan y vivifican el organismo.

Aparece no obstante una nueva generación de médicos/sanadores que pretenden interpretar el funcionamiento del ser humano desde el revolucionario punto de vista de la materia como energía.


Si comprendemos que el humano es un ser hecho de energía habremos sentado las bases para una nueva consideración de la salud y la enfermedad; y este nuevo planteamiento einsteiniano, además de proporcionar a los médicos del futuro una perspectiva inédita en cuanto a los orígenes de las dolencias, promete medios más eficaces para aliviar el padecimiento humano.


A diferencia de los enfoques convencionales farmacológico y quirúrgico, la medicina vibracional intenta el tratamiento de los humanos mediante las energías puras. Esa perspectiva teórica se basa en la convicción de que el orden molecular del cuerpo físico, en el fondo no es más que una retícula compleja de campos de energía entrelazados.


Estos sistemas exclusivos de energía son afectados en gran medida por nuestras emociones y por el nivel de equilibrio espiritual tanto como por factores nutricionales y ambientales.


La sabiduría médica convencional se adhiere a la noción errónea de que todas las enfermedades pueden curarse mediante la reparación física o la eliminación de los sistemas celulares anómalos.


Existe un aspecto de la fisiología humana que los médicos no han comprendido y cuya existencia reconocen de mala gana, y esta dimensión de la fisiología humana es el "Espíritu" en su relación con el cuerpo físico.

La conciencia misma es una forma de energía vinculada integralmente a la expresión celular del cuerpo físico. En virtud de lo cual, la conciencia interviene en la creación continua de la salud o la enfermedad.

La dimensión espiritual es la base energética de toda vida, porque es la energía del espíritu lo que anima el soporte físico. La conexión invisible entre el cuerpo físico y las fuerzas sutiles del espíritu encierra la clave para la comprensión de la íntima relación entre materia y energía.

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